La misión futura.
Sueño 1-año de 1824
INTRODUCCIÓN:
Este primer sueño que se ha de considerar como el
«gran sueño», como el «sueño-clave», de los muchos con
que la Divina Providencia ilustró la vida de San Juan Bosco,
tuvo lugar en el año 1824, cuando el santo apenas contaba
nueve años de edad; siendo su escenario la aldeíta de
Becchi, perteneciente al partido de Castelnuovo de Asti, en
el Piamonte. Vivía a la Sazón el niño Juanito Bosco con su
madre Margarita Occhiena, con la abuela paterna y con
dos hermanos más: Antonio, fruto del primer matrimonio del
padre difunto, y José, primogénito de Margarita y de
Francisco Bosco.
Apenas contaba nueve años —dice el mismo Don
Bosco— cuando tuve un sueño que me quedó
profundamente impreso durante toda la vida.
Me pareció estar cerca de mi casa; en un amplio patio
en el que una gran muchedumbre de niños se divertía. Unos
reían, otros jugaban y no pocos blasfemaban. Al oír
aquellas blasfemias me arrojé inmediatamente en medio
de ellos, empleando mis puños y mis palabras para
hacerlos callar. En aquel momento apareció un Hombre de
aspecto venerado, de edad viril, noblemente vestido. Un
manto blanco cubría toda su persona y su rostro era tan
resplandeciente, que yo no podía mirarlo con fijeza. Me
llamó por mi nombre y me ordenó que me pusiese al frente
de aquellos muchachos añadiendo estas palabras:
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—No con golpes, sino con la mansedumbre y la caridad
deberás ganarte a estos amigos tuyos. Ponte, pues,
inmediatamente a hacerles una instrucción sobre la fealdad
del pecado y sobre la belleza de la virtud.
Confuso y aturdido le repliqué que yo era un pobre
niño ignorante; incapaz de hablar de religión a aquellos
jovencitos. En aquel momento los muchachos cesaron en sus
riñas, gritos y blasfemias, rodeando al que hablaba. Yo, sin
saber lo que me decía, añadí:
—¿Quién es Usted que me manda cosas imposibles?
—Precisamente porque te parecen imposibles, debes
hacerlas posibles con la obediencia y con la adquisición de
la ciencia.
—¿Dónde y con qué medios podré adquirir la ciencia?
—Yo te daré la Maestra bajo cuya guía podrás llegar a
ser sabio y con la cual toda ciencia es necedad.
—Pero ¿quién es Usted que me habla de esa manera?
—Yo soy el Hijo de Aquella a quien tu madre te ha
enseñado a saludar tres veces al día.
—Mi madre me ha dicho que no me junte con quien no
conozco sin su permiso; por eso, dime tu nombre.
—Mi nombre, pregúntaselo a mi Madre.
En aquel momento vi junto a Él, a una Señora de
majestuoso aspecto, vestida con un manto que resplandecía
por todas partes como si cada punto de él fuese una
fulgidísima estrella. Al verme cada vez más confuso en mis
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preguntas y respuestas, me indicó que me acercara a Ella; y
tomándome de la mano bondadosamente:
—¡Mira! —Me dijo.
Observé a mi alrededor y me di cuenta de que todos
aquellos niños habían desaparecido y en su lugar vi una
multitud de cabritos, perros, gatos, osos y otros animales
diversos.
He aquí el campo en el que debes trabajar —continuó
diciendo la Señora—. Hazte humilde, fuerte y robusto, y lo
que veas en este momento que sucede a estos animales,
tendrás tú que hacerlo con mis hijos.
Volví entonces a mirar y he aquí que, en lugar de los
animales feroces aparecieron otros tantos corderillos que,
retozando y balando, corrían a rodear a la Señora y al
Señor como para festejarles.
Entonces, siempre en sueños, comencé a llorar y rogué
a Aquella Señora que me explicase el significado de todo
aquello, pues yo nada comprendía. Entonces Ella,
poniéndome la mano sobre la cabeza, me dijo:
—A su tiempo lo comprenderás todo.
Dicho esto, un ruido me despertó y todo desapareció.
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Yo quedé desconcertado. Me parecía que me dolían
las manos por los golpes que había dado y la cara por las
bofetadas recibidas de aquéllos golfillos. Además, la
presencia de Aquel Personaje y de Aquella Señora; las
cosas dichas y oídas, me absorbieron la mente de tal modo,
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que en toda la noche no me fue posible volver a conciliar el
sueño. A la mañana siguiente conté inmediatamente el
sueño, en primer lugar, a mis hermanos, que comenzaron a
reír; después, a mi madre y a la abuela. Cada uno lo
interpretó a su manera. Mi hermano José dijo:
—Sin duda serás pastor de cabras, de ovejas y de otros
animales.
Mi madre:
—¡Quién sabe si algún día llegarás a ser sacerdote!
Antonio dijo con acento burlón:
—Tal vez llegues a ser capitán de bandoleros.
Pero la abuela, que sabía mucha teología aunque era
analfabeta, dio la sentencia definitiva diciendo:
—No hay que hacer caso de los sueños.
Yo era del parecer de la abuela; con todo, no me fue
posible borrar de la mente aquel sueño.
TAREA Y PROCESO
El trabajo de cada miembro consistirá en investigar el tema y usar esa información para discutir con el grupo cómo cada uno de ustedes les pareció este sueño.
Una vez que cada uno haya reunido información , compartirá lo encontrado con sus compañeros. Luego de que todos los miembros hayan presentado lo investigado individualmente, el grupo decidirá qué información incluir para que la gente esté
informada y sepa como fué el primer sueño de este hombre con tan solo 9 años.
RECURSOS
EVALUACION
CONCLUSIÓN
El propósito de esta tarea es hacer interesar a la gente sobre Don Bosco y sus sueños.